Te bendigo, Señor, por el sueño profundo de los niños y los jóvenes, por todos los que descansan plácidamente en estas altas horas de la noche.
Te pido por todos aquellos que, como yo ahora, no pueden dormir, doloridos en el cuerpo o atormentados en el espíritu. Por todos los enfermos a quienes el dolor mantiene en vigilia forzosa. Te pido también por todos los que a estas horas trabajan, los vigilantes que velan, los que atienden a los enfermos, todos los que contamos las horas ansiando que pase la noche y amanezca. Rodeado, Señor, por el misterio de la noche, adivino en la oscuridad tus ajos divinos que me miran cariñosos, silenciosos, atentos. Siento, Señor, que en mi cama, estoy acostado sobre la misma palma de tu mano.
Arrópame con tu benevolencia, para que pueda poner mi corazón en ti y descansar siempre en ti. Aún en medio del insomnio y de las sombras turbadoras de la noche, te alabo, Señor. Más aún que el centinela a la aurora, espero yo que llegue el nuevo día. Te amo, Señor.
Amén.