Jesús nos invita a darnos cuenta de la ceguera que puede haber en nuestros ojos cuando uno no se abre a la acción poderosa del Espíritu. Pero más aún lo aferrado que aún podemos estar a pesar de haber visto tantas maravillas que Dios nos ha mostrado en el acontecimiento Cristo.
La envidia y el egoísmo son muy malos compañeros del hombre, pues ciegan y entorpecen su entendimiento haciendo imposible para él el acceso a la verdad. Y esto no sólo referido a la palabra de Dios, sino a tantas situaciones de nuestra vida diaria.
No permitas que la envidia o el egoísmo, dominen tu vida. Ejercítate en la humildad reconociendo siempre a los demás como mejores que tú y permite que la luz del Espíritu ilumine siempre tu actuar y pensar.